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jueves, 11 de agosto de 2011

Me desvelo en el leve...




Me desvelo en el leve pronunciamiento de tu nombre. Me hundo en el ocaso de tus ojos mientras visto de agonía la pulcritud de aquellas palabras que no mencionamos al quitar las ropas de los besos silenciosos que, nadan en rumbo contrario a las agujas del reloj. Descuido mi defensa y entras sigilosamente acariciando el brillo de las palabras que dejas guardadas en el vibrar de la noche, en el ensueño de las estrellas, la espera tarda y el encuentro es ambivalente.

Escapas de mi mente y huyes al claroscuro de las calles olvidadas. Me ignoras sin querer cual semáforo sin luz que me desorienta mientras el sol baña completamente el asfalto que es invadido por el musgo, ese musgo que forma un mundo en miniatura perfecto y nos hace sentir gigantescamente idiotas. Un triste relámpago se pierde en tu unísono llanto sin tener rincón alguno con el cual chocar y rebotar contra mi cara y así quitarme el maquillado disfraz de alegría creado por inútiles coincidencias que solo hacen bulto.

Me desvelo en el leve roce de tu distancia y cavilo en esa desnudez que vivifica mi aliento, este aliento que gotea sin ritmo y sin sonido. Íngrima tortura y sutil dolor que componen melodías de miedo en mis entrañas. Se deshilacha mi piel en suaves jirones cada vez que se de ti, cada vez que vistes a mis oídos con tus susurros, cada vez que te llevas el color de mi piel en lamidas de placer. Que deseo tan masoquista este, que lleva la marca de tu nombre y la firma de mis besos, que deseo tan masoquista este, que me apaga la vida en aruños de muerte y me la enciende en caricias prohibidas.

Me cuesta tanto mantener estos tumefactos pensamientos de nosotros, siento que me desharé en pedazos y volveré a la normalidad vistiendo tu piel. Detesto tenerte lejos porque el suelo se vuelve movedizo y no soporto sostener la respiración evitando hundirme para no perderme en el paralelo mundo de los exiliados del desamor. Mi habitación se borra poco a poco y va dejando trazos de un desierto de fotos sin velar, un desierto que se adhiere al desesperado murmullo del tiempo que, me enviste con fuertes dosis de mensajes vacíos. Como quisiera tener el poder de construirte esa casa bajo el mar antes que la gente termine de matarse unos con otros.

Me desvelo en el leve trasfondo de tu sonrisa, ese trasfondo que no es más que la carcajada ahogada de tu ser. Sorteo con cierto riesgo los declives de la monotonía volviéndome un asesino sin fines de lucro de la parsimonia que frustra mi andar, este andar sin control porque estas lejos. El sugestivo sahumerio de inciensos me eleva por recuerdos alegres que me ponen triste, recuerdos que me hacen refugiar en libros de poesía incomprensible, poesía muerta por el tiempo. Como me gustaría colocarle una pistola en la cabeza al ser que controla el tiempo y chantajearlo con matarle para que apresure sus pasos y vuelvas corriendo a abrazarme con esa sonrisa.

Tu amor es mi religión y soy genuflexo ante su santa inquisición. No consigo manipular la forma con la que se dilapidan mis intenciones de querer ser el visor de tus senderos. El viento me arrastra hacia un punto cardinal que no aparece en mi brújula. Que fatiga tan obscena me causa estar sediento de tus besos, esos besos que me has enseñado y que he perfeccionado yo. Ansío sin vacilación alguna entrar cada noche a tu cuarto mientras estas ausente y abrigarme con ese dulce sabor de tu olor que dejas impregnado en tus sabanas, las mismas sabanas que han cubierto nuestros cuerpos desnudos mientras ambos intentamos asesinarnos de pasión.

Me desvelo en el leve sonido de la olas que llegan desde otras costas hasta mis pies con cierta ignorancia y temor de llevarme. Me duele el alma cuando almuerzo solo y la esquizofrenia me hace imaginarte sentada a mi lado y me insinua que me das un abrazo desde atrás. Me automedico con la mirada, el abrazo y el beso que me das cada vez que llego a verte, siento que me dará cancer con tu nombre. Las cosas pierden sus colores sin tu aliento y yo pierdo los latidos si no estas constantemnte tocando mi corazón. Quiero besar tus ojos cada mañana y plasmarte las huellas de mis labios en los tuyos. Me desvelo en el leve... en el leve suspiro de tu nombre y en tu voz llamándome.


Leidequer Duben.

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