“A
veces pienso que el mayor tesoro que tenemos, es el alma, sin embargo esta
pareciera ser una tabla fácil de ser comida por el salitre, por las termitas
del pecado y por supuesto por la falta de amor”
Cada mañana me miro al espejo
teniendo el mismo pensamiento, haciéndome las mismas preguntas ¿Seré yo el
reflejo de aquel que está frente a mí? ¿Seré yo el lado negativo de ese que
aparece en el espejo cuando me miro? Creo que al otro lado de ese espejo es
donde todos somos verdaderamente felices, donde no hay guerras políticas, ni
gente matándose una con otra, donde los semáforos sirven y no hacen del trafico
un juego de tetris, donde no hay facebook, ni twitter, donde todos nos vemos a
diario, donde no sea obligatorio comer con refresco y televisor, donde los
autobuses trabajen hasta tarde, donde no hayan personas que despierten con
ganas de joderle la vida a algún pendejo, donde no hayan pendejos, ni arrechos,
donde el astrologo del canal telesol sea solo una imagen de tiro al blanco,
donde los cigarros y las curdas sean gratis, donde los celulares costosos jamás se descompongan, donde Yo pase todo el día haciendo
lo que más disfruto hacer escribir. Toda pregunta debería tener una respuesta,
es inhumano el nacimiento de una pregunta que no reposará en los brazos de una
respuesta. Hoy tengo 27 años y a veces siento que he desperdiciado mi vida, que
no soy más que un joven que intenta hacer que la realidad se adapte a su forma
de vivir, a esa forma de vida que se me adjudicó en el cronograma del destino.
Tengo una gaveta con pocas acciones buenas y un arsenal de sucesos desastrosos,
siento que mi fanatismo por la legendaria película matrix nunca ha sido por los
efectos especiales, sino porque en el fondo de mi pecho estoy convencido que
esta realidad apesta.
El libro de mi vida aún se sigue
escribiendo, he dejado varias páginas en blanco con la inexorable intención que
algún día las llene con bastantes momentos felices. Cuando digo un tesoro
invaluable no hago alusión a dinero ni a oro, me refiero a otro tesoro,
parecido al amor puro, me refiero a esa amistad entre niños que jamás se
olvida. Recuerdo claramente aquellos años 90 cuando iba a la escuela como
muchos, algunos obligados, otros porque queríamos estudiar. Cuando digo recuerdo
veo nítidas imágenes desfilando frente a mí. Era el año 1995, cursaba el 5to
grado en la escuela María Elvira de Figueroa en la isla de Margarita, una
escuela común y corriente, algo misteriosa por el semblante de sus
trabajadores, personas de la tercera edad en su mayoría. Los otros cuatro
grados no tuvieron escenarios fuera de lo común, aparte de aquel perro tuerto
que siempre nos hacía correr a todos al salir de la escuela, parecía como si en
las noches fuese vilmente violado por su dueño y salía en las mañanas a
hacernos pagar por ser sodomizado. En 5to grado es cuando suceden cosas que si
son dignas de recordar. Éramos casi 20 alumnos, pero para mí solo éramos cinco,
Pedro Luís Briceño, Charly Romero, Félix Guzmán, Daniel Córdova y yo. Nuestro
grupo no se basaba en hacer maldades, tampoco en ser altruistas, era un grupo
normal que se adaptaba a lo que el momento otorgaba.
Todos por decirlo de una forma muy
sincera teníamos padres que nos daban lo que pedíamos, era bueno tener plata en
ese tiempo, todos a excepción de Charly Romero que recibía tan solo la lastima
de su padre, las escenas frustrantes de este golpeando a su madre y las
consoladoras palabras: “como hijo no sirves” que eran el desayuno de todos los
días para Charly. Vaya forma de criar a un hijo, sin embargo Charly nunca le
paro a eso, pero odiaba ver a aquel hijo de su puta madre golpear a su mamá.
Nunca nos contaba con detalles, quizás temía romper en llanto si lo hacía.
Anduvimos por todo San Antonio y Villa Rosa en bicicleta, por supuesto el oxido
de la bicicleta de Charly era la que opacaba el brillo de las demás, pero a quien le
importaba eso cuando andábamos jodiendo y haciendo lo que nos venía en gana. Un
día nos adentramos al monte cerca de la que fue mi casa y encontramos un árbol
donde perfectamente encajaba una casa de árbol, de verdad que parece gay
decirlo, pero en aquellos tiempos la palabra gay solo era un símbolo que
despertaba la homofobia a temprana edad, pues mucha gente recriminaba a las
personas de la diversidad sexual y decían que los gays solo querían succionarte
el alma por el pene, vainas así para que les odiaras, pero sin duda alguna
sería una buena forma de que te extraigan el alma.
Bueno la fuckin casa fue construida en aquel
árbol, tablas, alfombras, laminas de zinc, un afiche del Che Guevara que tenía
en mi cuarto, de todo hasta un cuadro que la mamá de Daniel tenía en la sala, ¡cuánto
peleó aquella mujer de tetas grandes por ese cuadro! Pasábamos todo el día en
aquella casa de árbol, hablando paja, de cual niña nos gustaba, de las tetas de
la mamá de Daniel y muchas cosas. Recuerdo que un día una culebra que llaman
verde gallo cayó de una rama justo en el centro de la casa y todos saltamos a
la tierra gritando como niñas y buscando con que matar a la condenada, pero la
viveza del reptil nos dejo con las ganas de verla morir. Días después íbamos
camino a casa de Félix, había una inmensa bajada la cual nos tripeábamos con
las bicicletas, todo iba bien hasta que escuchamos un grito, Félix rodó
incrustándose el tubo derecho del manubrio en el estomago, todos fuimos a
auxiliarlo, nadie intentó sacar el tubo, el momento no era para reír, pero
recuerdo que Pedro le pegó en la cabeza a Félix y le preguntó: ¿Coño de tu
madre donde están los puños que te di para el manubrio? Y este muy cínicamente
dijo: se los di a Leidequer. La verdad se los cambie por una cinta de nintendo
con el juego Bomberman. Luego paso un señor en su carro, metimos las bicicletas en el baúl y nos llevo al
ambulatorio del cual no recuerdo el nombre, el tubo no penetró mucho, el señor
que nos llevó fue quien sacó el tubo, así que si Félix moría iba a ser culpa de
aquel idiota. Félix no derramó ni una sola gota de sangre, solo grasa, pues era
lo único que podía tener aquel cuerpo rechoncho, grasa.
Al día siguiente Félix vuelve a su
casa, le mandaron un largo reposo, cosa que nos lleno de envidia. En la escuela
siempre preguntaban por él, aquello lo hizo popular. Ahora pienso que gracias a
Dios que fue en el estomago y no en culo
porque lo hubiesen adorado aún más. Ya habían transcurrido los días de reposo y
Félix volvió a la escuela, lo peor es que nadie lo saludaba, que confusa es la
gente. Adoraba el sonido del timbre, salimos y nos concentramos en el patio toda la escuela. Recuerdo que comía un helado sabor a tamarindo, cuando me
gustaban, lo comía por el calor, estaba
completamente enfocado en el frio y el sabor de aquel que, no percate la piedra
del tamaño de un puño que venía hacia mi frente, me impactó tan fuerte que me
lanzó a la tierra. La sangre parece una vuvuzela, es escandalosa, el desmayo
vino silencioso y fue lo peor porque no vi quien coño me quito el helado.
Cuando desperté tenía 8 puntos en la frente, 4 por dentro y 4 por fuera. Los
muchachos me acompañaron a la casa, el rostro de mi madre parecía un stand up
comedy en un velorio, sentía como fluía su sangre, como se retorcía de rabia
por no poder caerme a coñazo limpio, porque de seguro pensaba que fue por andar
inventando vainas, pero le explique y todo bien.
Mis días de reposo los pase pegado
al nintendo jugando mario bros, todo el día pisando las tortuguitas, buscando
hongos, excitado al hacerme veloz con las estrellas, viendo a mario bros morir
por mi inexperiencia en el juego y siempre sumergido en la intriga de cómo
sería al final cuando rescatara a la princesa, pensaba que a lo mejor mario
bros y la princesa tendrían sexo, pero me di cuenta que el final del juego fue frustrante
como quizás lo fue para muchos. Recibía la visita de los muchachos que mas que
ir por mi iban por mario bros, un día Pedro estando en el nivel 3-1 hizo que
mario pisara una tortuguita y esta le proporcionó aquello que llamaron las mil
vidas, todos nos sentíamos extasiados, aquello fue increíble, muchas vidas para
un solo ser, con el tiempo nos dimos cuenta que tantas vidas hacia de la vida
un enigma, un circulo fastidioso, no solo por lo repetitivo, sino por lo infinita
que se hacia la respiración virtual de mario bros. Una vez rescatada la
princesa rompí la cinta.
Volví a la escuela y esta vez
llevaba algo nuevo, una cicatriz en la frente. Aquel día del mes de marzo,
recuerdo el mes porque estaba cerca el cumpleaños de mi mamá, no vimos a Charly
por toda la escuela, pasamos días sin verle por la casa del árbol, nos
intrigaba no saber de él y decidimos ir a su casa la cual quedaba pegada a un
cerro, una zona no muy buena para visitar. Llegamos a su casa y lo vimos
barriendo el interior de esta, sonrió al vernos y luego lloró, nos alejamos de
su casa y nos fuimos hasta la casa del árbol, nadie dijo palabra alguna, el
silencio intimidaba a tal grado que el viento ni siquiera intento pasar cerca
de nosotros, Charly dice: ¡Me gustaría matar a mi papá! La magnitud de esas
palabras en la boca de un niño de apenas 10 años no debería ser ignorada,
algo debía estar pasando, algo que, ameritaba ser atendido porque sabíamos la
actitud agresiva de Charly cuando alguien se metía con algunos de nosotros.
Aquello no era como el juego de mario bros. Recuerdo que Pedro le dijo: Dios lo
castigará, Félix: Debería estar preso. Daniel: Ojala fuéramos grandes para
matarlo entre todos, Yo: Tengo hambre vámonos.
Al día siguiente de aquella reunión
estábamos en el recreo, esta vez yo pendiente de todos lados, las piedras salen
de la nada. Daniel que siempre tuvo una mente suicida nos llama y nos lleva
para la parte de atrás del salón, estaba muy asustado, veía para todos lados,
nosotros completamente sumisos, expectantes. Este saca una pequeña bolsita
donde contamos 2300 bolívares en monedas de 5. El resplandor se paseó sigiloso
por nuestros ojos, llenándonos de una codicia extraña, de pensamientos que no
venían adheridos a la moral. ¿De quién es esta plata? Pregunte excitado. De la
maestra de castellano, respondió aquel hijo de su madre. Creo que en ese
momento hubiese quedado perfecto un ¡What That Fuck! Hay que devolverla dijo
Félix. Pero la cara de Daniel dibujó la escena perfecta de una película de
guerra, su cara era divertida, asustada y lleno de placer por el botín que
tenía en sus manos. Así que nos la quedamos. Daniel dijo que el dinero era
nuestro y nos tocaba por igual, ósea 460 bs para cada uno, y a decir verdad
para aquel tiempo no era mal. El trato era enterrar el dinero y no sacarlo sino
hasta que hubiese culminado el año escolar. Lo guardamos en una bolsa plástica
y enterramos aquellos 2300 bs al pie de la casa del árbol. Allí reposarían y
aguardarían silenciosamente durante el resto del año escolar.
La escuela era un alboroto, parecía
un mercado bien surtido donde todo era gratis. La maestra de castellano se veía
furiosa, aunque nunca dio comentario alguno al respecto, pero 2300 bs a
cualquiera les dolerían en aquel tiempo. Algo no andaba bien ese día, era como
si un hedor mitológico impregnaba todo a nuestro alrededor, como si algún
chiste de hace siglos viajó hasta ese día y solo Charly lo escuchó. Reía
incontrolable, por todo, hasta por la seriedad de los demás, estaba muy
contento sin saber porque, tenía ese tipo de risa que tienen los que ya se han
fumado varios porros de marihuana, verlo así nos hacía sentir bien. Era extraño
pensarlo, pero si no hubiesen dictado educación física los muchachos y yo jamás
habríamos hecho deporte alguno. El chillido del timbre nos abría paso a la
salida. Cada uno de nosotros se fue a su casa, el sol del mediodía nos azotaba
con su látigo de fuego haciendo el camino más largo y confuso. Jugué nintendo
largo rato con mi hermano menor. Dormí todo el día. Las horas se fueron sin
despedirse, apresuradas, como si huían de algún minuto asesino. Recuerdo ese
olor a café de la mañana, ese olor que llenaba la casa mientras el frio entraba
por la ventana y yo me quedaba atontado mirando mi uniforme bien planchado en
la orilla de mi cama, recuerdo aquellos desayunos y lo cuan satisfactorio era
ver a mi papá, mi mamá, mi hermano menor y yo juntos en la mesa, siendo lo que
nunca debimos dejar de ser “una familia, un hogar” aquella imagen que quizás fue la
última donde estuvimos juntos, aquella
imagen que ni siquiera el ladrón más ladrón del Alzheimer podría robarme, a
veces me refugio en esa imagen que no se dispersa ni siquiera por el caliente
perfume de mis lagrimas, es costoso viajar al pasado en tu mente, creo que el
porvenir de mi pasado no es más que el simple recuerdo de ese futuro que no
conozco, el simple recuerdo de las risas de mis padres y mi hermano menor antes
de irnos a dormir.
Ese mismo día llegue temprano a
clases. Mi papa me llevó en aquella moto a la que le tenía miedo, estaba en
buen estado, pero le temía porque un día íbamos a la escuela y un perro con
ganas de morir se nos metió en medio y caímos dejando pedazos de carne en el
asfalto. Gracias a Dios solo fueron raspones y leves contusiones. El día avanzó
normal, a pesar que Charly no mostró su rostro por la escuela. Al día siguiente
fue igual. Volvimos a su casa y no había nadie. Pedro se acercó a una señora y
pregunto por Charly y sus padres, está haciendo honor a lo de vieja chismosa,
dijo en tono burlón: Nohelia se fue con su hijo, Raúl está en el hospital. ¿Por
qué está el papá de Charly en el hospital? Preguntó Daniel. Pues porque ese
niño le dio una puñalada, terminó diciendo aquella mujer.
Nos fuimos a la casa del árbol,
llevábamos dos días sin ir, al llegar vimos un gran alboroto al pie de este.
Sabíamos que no hallaríamos los 2300 bs, como de igual forma sabíamos quién se
lo había llevado. Subimos y encontramos una nota, era de Charly, lo supimos por
los errores ortográficos, no decía mucho, decía: Ce la di en la varriga, me boy
a la casa de una tía. Así la escribió, con los mismos errores. Solo eso fue lo
que dejo, ni un hasta pronto muchachos, ni siquiera donde vivía esa tía. Solo
eso y aquel opacado carnaval de risas de días anteriores en clases. No volvimos
más a aquella casa del árbol, ni andar en bicicletas. Era como si Charly al
irse se había llevado con él la conexión de nuestro grupo, como si al irse nos
dejara una piedad que no nos servía para nada, ni siquiera para esculpir la
resignación de volverle a ver.
El año escolar termino, como la
relación entre mis padres. Alguien una vez me dijo: Cuando los padres se
separan, los hijos no desaparecen, solo se vuelven invisibles por cuenta propia.
Esto lo dijo mi reflejo en el espejo. Nos vinimos a vivir a Cumaná. Constantemente
iba a Margarita, la isla que vio nacer, la que cada día extraño. Pasaba algunas
vacaciones con mi papá. Nunca volví a pasar por San Antonio, ni Villa Rosa,
hasta ahora en diciembre de 2011 y aunque era de noche noté que todo había
cambiado. Mi papá vendió la casa y no había motivos según él para ir por
aquellos lados a menos que quisiéramos torturarnos con recuerdos vivientes que
se refugian en la oscura e inmóvil noche de aquellos días.
A
veces pienso que vuelvo, que voy a la escuela y la consigo en ruinas, como la
simple textura de un papel arrugado, como pueblo fantasma. Imagino que camino
por aquel valle de recuerdos y hasta encuentro 17 años después una piedra con
una pequeña mancha de sangre, la misma que me regaló 8 puntos en la frente.
Imagino que encuentro la casa del árbol y me doy cuenta que aquello solo fue un
lienzo hecho por un niño de 2 años. Un escondite sin secretos, sin misterios
donde 5 niños crearon un mundo más allá de cualquier pronóstico incierto,
imagino que me pongo a cavar y descubro que Charly aquel día no se llevo el
dinero, que siempre siguió aguardando por nuestro regreso, ese regreso que se
convirtió en una puerta sin cerradura y con un manojo de llaves inservible.
De
vez en cuando me pregunto ¿Qué habrá pasado con ellos? ¿Alguno será travesti o
asesino? ¿Alguno estará preso o siendo exitoso? ¿Alguno habrá muerto y quizás
lo vi en el periódico y lo ignore? ¿Alguno habrá pasado a mi lado en la calle?
¿Por qué no los encuentro por el Facebook? ¿Murió el papá de Charly por aquella
puñalada? ¿Tendrá la mamá de Daniel las tetas por el ombligo o se las habrá
reafirmado? ¿En qué momento el tiempo se convirtió en agua? ¿En qué momento me
convertí en alguien que no desee ser? Lo cierto es que no podemos ir en contra
del cronograma del destino, no se pueden romper las vidrieras que espejan la
triste música de nosotros mismos. Recuerdo todo tan claro como si 17 años
fuesen tan solo caminar 10 pasos hacia atrás. Todo se ha regido en una palabra
“incertidumbre”, una incertidumbre que me ha obligado infinitas veces a inhalar
un aire incomodo que me arrastra hasta momentos y tiempos sin relojes, hasta
calles sin finales y llenas de luces donde veo claramente el rostro de aquellos
4 que desaparecieron como lo hice yo. Un tesoro invaluable es amistad que jamás deja existir.
Leidequer
Duben.
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