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lunes, 1 de agosto de 2011
Un miserable minuto puede marcar...
En estos días escribí algo en mi muro del Facebook que hablaba que un miserable minuto puede marcar un hecho importante.
Resulta que hace días desperté temprano como cosa rara. El hecho es que había activado la alarma la noche anterior algo que a decir verdad es una gran estupidez porque soy esclavo del insomnio y del cine para noctambulo, a esto se le une la ola de películas que se pasean por la diversidad de canales que obtienes del cable que le robas al vecino.
Hay algo que siempre me ha caracterizado y es que soy fanático del tiempo, no pierdo de vista la hora. Eran las 7:01 de la mañana cuando abrí los ojos con dificultad, exhalando esa dulce arrechera que nos da cuando los quehaceres del día nos interrumpen la rumba de sueño, me di un buen baño hidratando mi piel con bastante jabón azul las llaves, hice todo lo que cualquier humano hace en un baño en la mañana antes de salir, menos aquello.
Una vez bañado y vestido comi un pedazo de pan del día anterior que no se había caído a cova para hacer su metamorfosis de textura blanda a dura, y a esos panes así ya no les resbala la mantequilla, el café con leche estuvo al pelo, decidí irme al trabajo cuando me devolví por un vaso de agua fría (primer error) chivo que se devuelve... Ya saben el resto.
Montado ya en el bus sintiendo la ira del sol a través del vidrio de una de las ventanas comencé a enviar unos mensajes de texto cuando fui abordado muy sutilmente por un mordisco estomacal, ese pequeño pero fatídico síntoma que te llena de pensamientos extraños. El café con leche y el agua fría estaban teniendo una ruda batalla donde el único perdedor iba a ser yo. El bus seguía su rumbo, mi estomago se había calmado y yo botando las más masturbada de las piedras por las sádicas paradas del bus.
Llego al trabajo, hago mi rutina laboral que no es mas que bostezar y tratar de jugar vivo como dicen, para dormir un rato. Los minutos corrían como si fuesen perseguidos por algún maniaco sexual. Mi estomago aun no perdía la consciencia.
Se hicieron las 3:00 pm, hora de volver a casa. Tomo un bus hasta el elevado y espero para tomar el otro bus. Justo allí, fue cuando acepte que el calendario maya tiene razón con respecto al fin del mundo. Sentí una puñalada en el estomago, un dolor indudablemente ajeno a este planeta, un dolor abominable, de esos que son amantes del sufrimiento. Intente distraer el dolor cantando lo primero que se me viniera, pero toda melodía fue certeramente borrada de mi voz. Los ojos desorbitados, pensé que había sido atacado por aquel personaje que salió en la pelicula Batman begining, el que usaba una mascara como de espantapájaros y roceaba a sus víctimas con sustancias alucinógenas para crearle la más fulminante paranoia.
Mis glándulas sudoríparas se aceleraron segregando más sudor que el de costumbre. Me pegue a un poste respirando cual mujer a punto de dar a luz, creo que así como hay terapias pre-natales en las que se les enseña a las mujeres a controlar el ritmo de la respiración, debería existir una terapia que nos ayude a luchar contra las ganas de defecar, por no decir CAGAR en la calle.
El aire había desaparecido. Ni un puto Brasil-Terminal mostró su rostro. Introduje mi mano derecha en unos de mis bolsillos y saque el dinero que llevaba, 10 Bs.f. Levante la mano parando un taxi con desespero. Era un corsa medio escoñetao con un cartel de cartón donde tenía escrito las letras "tax" con marcador negro y la "i" con rojo. Le digo al pana que me lleve hasta avecaisa, me dijo son 20 lucas, a lo que sentí un mordisco en la tetilla izquierda. Solo tengo 10 mi panita, le digo. Debe ser por mi cara pálida y sudada que sintió lastima y me llevo.
En la vía sentía las punzadas más fuertes, la mente es full pajua en estos casos, no puede ver que uno se va acercando al baño de su casa para aupar al dolor de estomago que nos azote más fuertes. El taxista hizo sus piruetas salvajes mostrando su experiencia como pirata automovilístico en la jungla de cemento.
Al fin llego a la casa rezando que no hubiera nadie en el baño, efectivo estaba solo. Me despojo de mis indumentarias y comienzo con el show. Aquello fue frustrante, más fue la bulla que hizo mi estomago para el resultado. El dolor se disipo así como si nada. Al terminar lave mis manos y mi cara que comenzaba a tener color. Me miro en el espejo y reflexiono lo siguiente:
Un minuto puede cambiar el curso de un momento. Cuando desperté eran 7:01 de la mañana, por ese minuto llegue tarde al trabajo. Ese minuto fue el que utilizo el taxista para buscar el marcador y escribir la letra "i" de taxi, quizás si no hubiese existido ese minuto en el que me levante tarde aquel taxista hubiera tomado a otro pasajero y tal vez yo estuviera aun limpiando las huellas de excremento de mi pantalón. Un minuto de tu vida puede marcar grandes hechos, no exijo que disfrutes tu tiempo sino que estés atento de lo que este te ofrece. Ese miserable minuto de vaina marcó mi pantalón o el asiento del taxi.
Leidequer Duben.
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